GIOCONDA BELLI: LA SOLIDARITAT ÉS LA TENDRESA DELS POBLES

gioconda3 La poetessa i escriptora nicaragüenca va oferir una conferència amb el títol “Literatura, vida y solidaridad”.

L’autora de La mujer habitada, 1988, ressaltà el poder transformador de la paraula literària, per la seua capacitat per a crear móns possibles.
Les lectores i els lectors que imaginen altres móns mitjançant la ficció, poden impulsar canvis en la realitat.
També va compartir amb els seus oients, l’aconseguiment d’haber sabut expressar, amb la seua obra poètica, la celebració de la feminitat, així com entrar en el camp d’allò subversiu. Va ser una festa per l’oïda escoltar-la  llegir alguns dels seus poemes.

Gioconda Belli, que participà des dels anys 70 en la lluita contra la dictadura d’Anastasio Somoza, com membre de “Frente Sandinista de Liberación Nacional, va patir l’exili com conseqüència del seu activisme polític.

Continua sent una veu importantíssima en el panorama literari actual. El seu poemari Fuego soy apartado y espada puesta lejos va obtindre el Premio Internacional de Poesia Ciudad de Melilla, a l’any 2006.

En juliol de 2007, un dels seus poemes va ser arreplegat en el treball Les dones escriuen poesia,que vam preparar per a la trobada d’Escola d’Estiu, a Elx.

 

DE NOCHE, LA ESPOSA ACLARA

 

No.

No tengo las piernas de la Cindy Crawford.

no me he pasado la vida en las pasarelas,

desfiles de modas, tostadas bajo las luces de los fotógrafos.

Mis piernas son anchas ya llegando a la cadera,

y a pesar de mis múltiples intentos

no logro que pierdan esa tendencia a ensancharse,

como pilares que necesitan jugoso sustento.

No.

No tengo las caderas de la Cindy Crawford

ese vientre perfecto, liso y ligeramente cóncavo,

con el ombligo deslumbrante en el centro.

Alguna vez lo tuve. Alguna vez presumí de esa región de mi anatomía.

Fue antes de que naciera Camilo,

antes de que decidiera entrar al mundo de pie;

de que la cesárea dejara cicatriz.

No.

No tengo los brazos de la Cindy Crawford

tostados, torneados, cada músculo fortalecido con el ejercicio indicado.

Mis brazos delgados no han desarrollado más musculatura que la necesaria para marcar estas teclas,

cargar a mis hijos, cepillarme el pelo,

gesticular discutiendo sobre el futuro, abrazar a los amigos.

No.

No tengo los pechos de la Cindy Crawford

anchos, redondos, copa B o C.

Los míos nunca han sido muy lucidores en los escotes,

aun cuando mi madre me asegurara

madre al fin –

que los pechos, así separados, eran los pechos griegos de la venus de Milo.

Por último y como la más pesada evidencia,

no tengo el trasero de la Cindy Crawford:

pequeño, redondo, cada mitad exquisitamente delineada.

El mío es tenazmente grande, ancho,

ánfora o tinaja, usted escoja.

No hay manera de ocultarlo

y lo más que puedo es no tenerle vergüenza,

sacarle provecho para leer cómodamente sentada

o ser escritora.

Pero díme:

¿Cuántas veces has tenido a la Cindy Crawford

a tus pies?

¿Cuántas veces te ha ofrecido, como yo, ternura en la mañana,

besos en la nuca mientras dormías,

cosquillas, risas, un poema de pronto, la idea para una aventura, las premoniciones?

Modestia aparte: ¿Será su cuerpo tan perfecto

capaz de los desaforos del mío, brioso, gentil, conocedor de noches sin mañana, de mañanas sin noche,

sabio explorador de todos los rincones de tu geografía?

Piénsalo bien. Evalúa lo que te ofrezco.

Cierra esa revista y vente a la cama.


 

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